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Don Anselmo Cruz* ha visto tantas veces la guerra desde la ventana de su casa de madera a orillas del río, que el desplazamiento al que se vio forzado hace apenas dos semanas en el Alto Baudó, Chocó, por los grupos armados ilegales, le pareció un asunto de rutina.
Con la calma de un viejo que ha vivido en ese territorio cuyo horizonte parece cerrarse por árboles tupidos, y donde las lluvias intempestivas levantan un calor húmedo, tomó lo que pudo y se embarcó con su comunidad huyéndole a los paramilitares. Llegó a Pie de Pató, cabecera municipal del Alto Baudó, junto a 400 personas. Se albergó en el coliseo.
Es la décima vez, en tres años, que sale de su casa por presión de los grupos armados que quieren disputarse a sangre y fuego ese pedazo de tierra rodeado de selva y ríos. Anselmo dice desconocer las razones por las que ve pasar por su terruño a los armados, pero sabe que si no se va a las buenas, lo sacan a las malas, “o con balas”, agrega.
Así que dejó su caserío vacío. Solo quedaron los cerdos, las gallinas, el cultivo de plátano y las Autodefensas Gaitanistas de Colombia, Agc. “Ellos llegaron hablando duro, como lo hacen siempre. Nos decían que nos iban a matar por ayudar a la guerrilla. Yo acostumbrado a esas amenazas salí despacio con mi esposa y me monté a la panga y me fui. Fue el sábado (4 de marzo pasado) a las 10 de la mañana”, recuerda Anselmo.
Ese día, hasta los caseríos de Peña Azul, Cocalito, Apartadó, Boca de León y Amparradó llegaron varios hombres armados con fusiles, uniformados e identificados como las Agc. Las comunidades afro e indígenas hablan de 200, pero las autoridades civiles y militares dan por sentado que no fueron más de 40 menores de edad, la mayoría de ellos reclutados en los barrios periféricos de Quibdó.
La ubicación estratégica del Baudó ha hecho del territorio habitado por Anselmo la joya chocoana que todos los grupos armados quieren tener. Su cercanía con los municipios del centro del departamento y con la zona costera permite que por sus ríos puedan moverse, aparte del plátano que cultiva este campesino y otras 180 comunidades afro e indígenas asentadas a lo largo del cauce, los cargamentos de coca que llegan al Océano Pacífico y, de allí, viajan hacia Centro y Norteamérica. Por esa misma ruta, que incluye los municipios de Pizarro en el Bajo Baudó, Bahía Solano y Nuquí, entrarían las armas o el dinero proveniente de esos negocios ilícitos.
El comandante de la Séptima División del Ejército, general Jorge Arturo Salgado, asegura que el único objetivo del Clan del Golfo y del Eln por disputarse ese territorio está en lucrarse de la comercialización de la hoja de coca y la pasta base.
“Para ellos es más fácil moverse por esa zona, porque es selvática y con muchos afluentes que les permite esquivar la acción de las autoridades. Aunque esos ríos no se conectan entre sí, estos grupos ilegales han encontrado la forma de transportar por agua o selva los derivados de los cultivos de uso ilícito”, explica el alto mando del Ejército.
Información obtenida por Inteligencia Militar señala que el territorio del Baudó ha sido dividido en dos: de Puerto Meluk, cabecera municipal del municipio Medio Baudó hacia el sur chocoano, se ha consolidado la siembra y comercialización de la hoja de coca, cuyos cultivos registrados en Chocó a diciembre 31 de 2015 fueron 1.489 hectáreas según la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, UNODC.
Según las fuentes militares, el negocio en esta región se concentra básicamente en el primer eslabón de la cadena del narcotráfico, “en el que se negocia con el campesino las hectáreas sembradas y la hoja de coca recolectada que pasará a ser vendida a los Gao”, precisa el investigador.
En esta zona, aseveran los investigadores, las Agc han recurrido desde hace un año a un sistema en el que arriendan algunas hectáreas a los campesinos para el cultivo de la hoja de coca, les brindan insumos y plantas para iniciar el negocio y después son descontados de los impuestos a la hora de pagar la hoja raspada o recolectada. El valor del pago al labriego oscila entre 600 y 700 mil pesos mensuales según las autoridades, y este es obligado a venderle a un solo actor armado.
La segunda área está ubicada de Puerto Meluk hacia el norte del Chocó por el río Baudó, incluyendo otros territorios bañados por los ríos San Juan y Atrato. En esta zona, afirman los investigadores militares, prima más el transporte de los alcaloides, cuyas incautaciones hechas por soldados adscritos a la Séptima División del Ejército en 2016 fueron de 14.104 galones de insumos al Eln y 899 a los Gao; y en cuanto a la pasta base de coca, se incautaron de 5.549 kilogramos al Eln y 3.474 a las bandas criminales (Gao).
La disputa del Baudó no se concentra solo por la rentabilidad que deja el narcotráfico, ingresos que según UNODC fueron de 479 millones de dólares en 2015 para las estructuras que se lucran de ese negocio ilegal. Denuncias recibidas por la Defensoría del Pueblo, regional Chocó, apuntan a que el reclutamiento de menores de edad es otro de los factores que han llevado a las confrontaciones entre el Eln y las Autodefensas Gaitanistas de Colombia, como lo explica el defensor del Pueblo, Luis Enrique Murillo.
“Ellos se disputan la gente, porque esto era una zona históricamente dominada por el Eln. Los gaitanistas han venido avanzando y han ganado mucho terreno en la zona, y esto ha costado muchos muertos; además hay poblaciones estigmatizadas en esa zona, no porque fueran colaboradores o guerrilleros sino por la presencia del Eln durante muchos años”, explica Murillo.
El afán de conseguir militantes para cada uno de los grupos irregulares es reforzar las estructuras golpeadas por la ofensiva militar en estas zonas. El general Mauricio Moreno, comandante de la Fuerza de Tarea Conjunta Titán, explica que la operatividad de las tropas ha llevado al debilitamiento de estas agrupaciones delictivas en esta región chocoana.
“La presión de las tropas llevó a que en 2016 se presentaran voluntariamente 34 integrantes del Eln, 10 fueran capturados y 19 abatidos en operaciones militares. Con respecto a los Gao fueron capturados 25 de sus integrantes y uno muerto en operaciones militares. En lo que llevamos de 2017 van ocho entregas del Eln y 15 capturados, y de los Gao llevamos nueve capturas y uno muerto en operaciones militares”.
El tercer factor de disputa es, según las autoridades civiles y militares, el cobro de extorsiones. Las acciones identificadas en investigaciones del Ejército y la Policía apuntan a que los integrantes de las Agc cobran las llamadas “vacunas” a los negocios en las cabeceras municipales de su influencia como Puerto Meluk y Pizarro, situación comprobada por el equipo periodístico de EL COLOMBIANO, quien fue testigo del cobro de 200.000 pesos a un transportador en esa cabecera municipal, además de recibir múltiples denuncias de los dueños de los locales comerciales, denuncias desestimadas por el alcalde de esa localidad, Gilder Palacios, en conversación con este diario.
La nueva economía a la que le apuntan las Gao y el Eln, según fuentes militares, es el tráfico de personas por la frontera colombo-panameña. “Aunque directamente no son quienes pasan a los migrantes ilegales, sí cobran por dejarlos pasar por el territorio. Si no tienen dinero, les exigen a los que van a pasar que les lleven uno o dos kilos de coca en la modalidad llamada hormigueo”, dice el analista militar.
La última vez que don Anselmo Cruz vio un grupo numeroso subir por el río fue hace exactamente un año. Había acabado de llegar de su parcela con un racimo de plátano al hombro, cuando vio las pangas subir con los armados, uniformados, de armas largas y con las siglas Agc en su hombro izquierdo.
“Parecía como cuando llegaron los primeros paramilitares a esta zona”, recuerda el campesino.
El aumento de la llegada de las bandas criminales al Baudó no es un asunto nuevo. La Defensoría del Pueblo y la Personería han recibido denuncias desde hace más de nueve años. Desde 2008 la Defensoría del Pueblo, regional Chocó, ha lanzado alertas tempranas que dejan en evidencia el copamiento de territorios dejados por las Farc, como el Baudó y San Juan, por estos grupos nacidos luego de la desmovilización del bloque Élmer Cárdenas de las Auc.
Son documentos que reciben las denuncias de los habitantes en los que han quedado plasmados la llegada gradual de las bandas criminales como el Clan Úsuga o Agc. Los testimonios recogidos por la Defensoría y otras Ong señalan que desde 2012 se incrementó la presencia de estos hombres armados, pero en 2015 los han visto movilizarse en canoas y pangas por grupos.
“Hemos acompañado la zona y hemos estado emitiendo los boletines de riesgo y las alertas tempranas. Hace 3 años fue el desplazamiento grande de la zona de cinco comunidades indígenas que siguen en Puesto Indio; están pidiendo el retorno pero no ha habido como retornarlas porque no hay condiciones de seguridad”, comenta el defensor regional, Luis Enrique Murillo.
Esta información coincide con la entregada por Inteligencia Militar a EL COLOMBIANO. Los movimientos de los Gao comenzaron desde el sur del Chocó hacia el norte de este departamento entrando por Pizarro y Puerto Meluk; y desde el norte ingresando desde Antioquia por Turbo, Necoclí, y el Urabá antioqueño, incluso a través del río Arquía.
“Ellos quieren hacer una especie de cerramiento al Eln para obligarlo a salir de la zona y así quedarse con el control de ese territorio. Por eso han entrado por el norte y el sur del Chocó hacia el centro”, aseveran de Inteligencia Militar.
Informes conocidos por EL COLOMBIANO ubican que las Agc tienen en el Chocó los bloques Norte, compuesto por el frente Darién Chocoano, los cuales cuentan con aproximadamente 120 hombres en armas; y el Bloque Francisco José Morelos Peñate compuesto por los frentes Pacífico y Baudó, con 144 hombres en fila. El Eln, por su parte, hace presencia con el frente Resistencia Cimarón, bajo el mando de alias “Danilo” y según fuentes militares, tendría cerca de 52 hombres en sus filas.
Después de ver pasar los grupos armados río arriba y río abajo, y de recibir calificativos de sapo del Eln, don Anselmo espera que las “aguas se calmen” para retornar a su territorio. No tiene más a dónde ir y por eso espera en el coliseo de Pie de Pató a que las condiciones de seguridad mejoren para volver a su terruño copado ahora por los paramilitares.*Nombre cambiado por protección de la fuente