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De la guerra y la selva al salón de clases

Decenas de guerrilleros buscan homologar sus conocimientos adquiridos en medio del conflicto.

  • 1: Vanesa atiende a uno de sus compañeros en el punto de preagrupamiento. 2: En esta época, el uniforme en la guerrilla no es obligatorio. 3: Aparte de su fusil, Vanesa carga instrumentos médicos. FOTOS Donaldo Zuluaga
    1: Vanesa atiende a uno de sus compañeros en el punto de preagrupamiento. 2: En esta época, el uniforme en la guerrilla no es obligatorio. 3: Aparte de su fusil, Vanesa carga instrumentos médicos. FOTOS Donaldo Zuluaga
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22 de enero de 2017
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A Vanesa Rodríguez la guerra la obligó a estar en un bando desde los 14 años. Fueron, según ella, casi nulas las opciones que le quedaron después de que un grupo de paramilitares asesinara a su papá, a quien consideraba un héroe.

Ese modo de vida que eligió la privó de tener sueños, un proyecto de vida. Pero el mismo conflicto armado, en el que ha estado 17 años, la llevó a tener una pasión, un sueño: la medicina.

Su primera experiencia en combate fue pocos meses después de ingresar al frente 18 de las Farc. “Yo hacía parte del grupo de la ametralladora. Me tocaba llevar la canana (munición para este tipo de arma larga). Fue una vivencia muy dura, estaba muy asustada, pero todo cambió a los dos años de estar aquí. Recuerdo que llegó un comandante y me dijo que darían un curso de enfermería; aunque nunca lo imaginé, fue un honor”.

Desde entonces, esta insurgente ha recibido varios cursos de enfermería e incluso cirugía. Sus historias no solo se basan en el accionar del grupo en el que milita, ya son experiencias basadas en salvar vidas de sus compañeros y civiles. Le ha tocado de todo. Lo más común es atender casos de paludismo y leishmaniasis, picaduras de serpiente, en guerrilleros y civiles que se encuentran en las regiones más apartadas, donde no hay Estado, solo la guerrilla.

Pero los momentos más difíciles de la guerra fueron los que más marcaron a esta subversiva de 31 años, ahí le tocó ejercer lo que aprendió cuando fue enviada a realizar los cursos de enfermería y cirugía.

“En el San Jorge, Córdoba, hace como unos siete años, en un combate con el Ejército a un compañero lo hirieron feo, le botaron toda la quijada, quedó prácticamente sin lengua, tenía un disparo en un costado del torso, cuando uno lo acostaba de lado se le veían varios órganos, orinaba sangre. Yo pensaba que no había mucho que hacer, que se me iba a morir. Hice todo lo posible, todo lo que estaba a mi alcance y él logró sobrevivir. Ahora el sigue por estos lados (Ituango), no puede hablar muy bien, pero está vivo”, recuerda Vanesa sobre una de las historias que más la ha marcado.

Aparte de los combates con la Fuerza Pública, a esta enfermera de la guerrilla también se le han muerto compañeros en sus manos, uno de ellos víctima de algo que las Farc utilizaron por décadas para interrumpir el avance de las tropas y que ha dejado miles de víctimas civiles y militares: las minas antipersonal.

“Hubo una vez un compañero que cayó en una mina, se mochó un pie y le dio tétano, la inyección solo se le pudo aplicar seis días después, fue demasiado tarde y él murió en mis manos. Eso me quedó marcado, era muy amigo mío, me dio mucha impotencia que no pudiera hacer nada por él”.

Al preguntársele por la cantidad de intervenciones que ha hecho en plena selva o en medio de los combates, la respuesta de Vanesa no tiene un número especifico, simplemente no lo recuerda, dice que son demasiadas.

“De todo me ha tocado, ver heridos muy graves, he recibido compañeros mutilados, a mí misma me ha tocado amputarlos. Aparte de eso he operado hernias, terigios de vista y cosas así por el estilo”.

Hoy Vanesa se encuentra en el punto de preagrupamiento de su frente en la vereda Quebrada del Medio, en Ituango, a la espera de movilizarse a Santa Lucía, paraje donde deberá iniciar su camino a la civilidad. Ya, más que nunca, esta fariana tiene claro que su futuro está directamente ligado con la medicina. Sueña con ser una cirujana dedicada, ya no a sus compañeros en armas, en medio de un enfrentamiento bélico, sino ayudando a los más necesitados en las zonas rurales más alejadas del país.

“Siento que de ahora en adelante le puedo aportar mucho a la sociedad colombiana, sé que no tengo un título, pero tengo la capacidad de hacer muchas cosas”, expresa.

¿Es posible homologar?

Como Vanesa hay más de un centenar de guerrilleros de las Farc que poseen conocimientos en diferentes áreas, y pretenden aprovechar el acuerdo de paz con el Gobierno y la oportunidad de la reintegración para homologar sus conocimientos con el apoyo de instituciones educativas.

El pasado 7 de diciembre el Gobierno, mediante el decreto 2027, creó el Consejo Nacional de Reincorporación, que tendrá la función de definir actividades, establecer el cronograma y adelantar el seguimiento del proceso de reincorporación de los integrantes de las Farc a la vida legal, en lo económico, lo social y lo político. Este Consejo tiene como representantes del Gobierno a la ministra de Trabajo, Clara López, y al director de la Agencia Colombiana para la reintegración, ACR, Joshua Mitrotti. Por parte de las Farc están Pastor Alape y Jairo Quintero.

Según Óscar Sánchez, coordinador del Programa Nacional de Educación para la Paz, Educapaz, el Consejo Nacional de Reincorporación tendrá una línea para trabajar con los guerrilleros que buscarán homologar sus conocimientos en instituciones educativas. Sin embargo, dice, es algo que ya debería estar en marcha y por el momento el Consejo se ha dedicado a sacar adelante las zonas veredales.

Sobre casos como el de Vanesa, el coordinador de Educapaz cree que ese tipo de iniciativas deben ser viables. “Ese proceso no será tan sencillo como pasar un examen y sacar un título. Por ejemplo los temas relacionados con la salud en particular, tienen una regulación estricta. Entonces hay que facilitar el proceso, pero también los guerrilleros que están interesados en esa homologación deben ser conscientes que posiblemente deben hacer varios ciclos de educación para adultos y poder ser un técnico profesional o hacer un proceso abreviado que no requiera de 8 o 10 años para homologar esos conocimientos”.

Campounad, la apuesta

Aunque son varias las universidades públicas, y otro tipo de instituciones educativas, las que han mostrado su interés para ayudar con el futuro académico de los guerrilleros de las Farc que cumplan con su proceso de reintegración a la vida civil, ya hay apuestas que son una realidad.

El Ministerio de Educación y la Universidad Nacional Abierta y a Distancia, Unad, anunciaron la creación de Campounad, una apuesta educativa de cara al posconflicto que tendrá como estrategia la movilidad formativa y productiva para la población rural mediante las tecnologías de la información y las comunicaciones, aplicadas a la vida social, productiva y económica de la familia campesina.

“Aceptamos el desafío de incorporar aquellos desmovilizados de las guerrillas para que de manera individual o colectiva puedan desarrollar desde la universidad una efectiva reintegración a la sociedad civil”, indicó Jaime Alberto Leal, rector de la Unad.

En una reunión entre la ministra de Educación, Yaneth Giha Tovar y las directivas de dicha universidad, se discutió sobre el portafolio de servicios tecnológicos que la Unad puso a disposición del ministerio para el diseño y desarrollo de Campus Virtuales para instituciones educativas de diversos órdenes y niveles.

Farc hablan de convenios

En la décima conferencia de las Farc, realizada el año pasado en los Llanos del Yarí, Caquetá, el secretariado de las Farc confirmó a los comandantes de bloques y frentes que ya se habían logrado avances con el Gobierno para que los guerrilleros con conocimientos específicos puedan tener oportunidades de homologar esos saberes.

“En la conferencia hablamos del tema, varias universidades nos abrieron las puertas, la información se bajó a todos los frentes del país. Esto no solo será para los que tienen conocimientos en diferentes áreas, también para los que no han terminado el colegio, o los que ya son profesionales para que sigan sus carreras”, afirmó Élmer Arrieta, “el Flaco”, segundo comandante del Frente 18 de las Farc.

58
guerrilleros del frente 18 de las Farc acompañan a Vanesa en uno de los puntos de preagrupamiento en Ituango.
300
Es el número aproximado de integrantes del frente 18 de las Farc que estarían llegando a Santa Lucía, Ituango.

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