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Carlos Raúl Yepes no invitó a sus amigos, la humildad no lo dejó. No va con su forma de ser eso de “te invitó al Country Club, que me va a condecorar Mauricio Lizcano, presidente del Senado”.
Eso no dijo y lo acompañaron su esposa, hijos y unos cuantos empresarios en una sobria y breve reunión, la noche del lunes. Con una medalla y un diploma recibió la Orden del Congreso de la República en Grado de Caballero.
Lizcano resaltó sus ejecutorias al frente de Bancolombia y el ejemplo que es para futuras generaciones. Yepes se mostró agradecido, pero aclaró que no hay logro personal, sino de 53 mil empleados que se sumaron a su filosofía de la banca más humana. Luego tomó la palabra, sacó un discurso de siete páginas y 1.943 palabras.
Dijo, muy a su modo, démonos la oportunidad de soñar con un país: donde “todos tengamos las mismas oportunidades”; “donde los ciudadanos tengan conciencia social”; donde más que especialistas y profesionales “estemos formando personas con un alto compromiso ético, que sepan diferenciar entre lo que está bien hecho y lo que no lo está”; “donde haya justicia social, equidad social, inclusión social”; donde “donde la integridad sea la regla, el respeto por el otro, por los demás”; “donde cada uno de nosotros sienta que puede ser más para servir mejor”.
Yepes recordó al padre Mario Mejía Llano, y su mensaje definitivo cuando se hacía bachiller, para decir que en “posiciones firmes se basan en nuestros valores, nuestros valores determinan nuestra ética y nuestra ética se refleja en nuestras decisiones”.
Y antes de concluir el discurso de sueños urgentes, Yepes señaló: “no dejemos que nos impongan la guerra, propongamos nosotros la paz”. Por eso compartió una frase del Manual de la Tolerancia que escribió Héctor Abad Gómez: “No es matando guerrilleros o policías o soldados como vamos a salvar a Colombia... es matando el hambre, la pobreza y la ignorancia”.
Al final, entre aplausos, Yepes volvió a su realidad de empresario autojubilado, a volver a pensar en el libro que alista. Debajo del brazo se llevó una camiseta regalada y marcada con el número 12, el dela hinchada, obsequio de su Atlético Nacional del alma.