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Que Medellín y su área metropolitana reduzca este año la alta tasa de 10,7 % de desempleo que promedió en 2016, que la informalidad laboral local, como la mide el Dane, baje de un 42,2 % de la población ocupada o que haya más oportunidades de trabajo decente, todo eso depende de condiciones macroeconómicas y sectoriales, pero también de otras que se resuelven entre empleadores urgidos de talento y quienes buscan mejorar sus condiciones laborales y de ingreso.
En primer lugar, hay razones de optimismo de que mejoren las condiciones de empleo en la ciudad por cuenta de varias señales, a juicio de Carlos Medina Durango, subgerente regional de Estudios Económicos del Banco de la República, quien participó el jueves pasado en un foro sobre perspectivas de empleo en el Valle de Aburrá, organizado por la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Antioquia.
El experto señaló que las condiciones de tasa de cambio mejoran las perspectivas de la industria local con una paulatina sustitución de importaciones y la posibilidad de mejorar las exportaciones.
También se mostró confiado en una reactivación de la agenda local de obras públicas, con la ejecución de los planes de desarrollo municipales; una alta demanda de insumos para varios sectores y en lo que Medellín tiene fortalezas; la construcción ha desacelerado, pero sigue dinámica; y empresas como EPM han anunciado planes de inversión en la región.
Sin embargo, anota que el comercio, el mayor empleador local, no es el más favorecido por efecto de la tasa de cambio con el dólar en mayor costo de importaciones y el aumento de precios por efecto de un IVA que subió al 19 %.
Desde otra orilla, hay dos verdades laborales determinantes. La primera es que los empresarios contratan más personal cuando efectivamente lo necesitan, hay mayor demanda de sus productos o servicios o expanden sus negocios, al margen de si hay más o menos señales de entorno para ser rentables. Es decir, que bajen los impuestos o los costos laborales legales, como pasó con las últimas reformas tributarias, no quiere decir que se contrate más personal. Esto es solo un aliciente frente al peso que tienen los componentes de los costos de producción.
Entonces, con mejores condiciones, un empresario puede optar por renovar su maquinaria, mejorar condiciones logísticas, pero no necesariamente enganchar más personal (ver Semáforo).
La segunda razón tiene que ver con la falta de correspondencia (descalce) entre las condiciones que buscan los empleadores locales y lo que estudian o saben hacer los potenciales empleados.
Esto indica una escasez del talento requerido y el disponible y un evidente conflicto entre los sectores más dinámicos y la vocación y competencias de la población.
“Hay que educarse en lo que demande el mercado, en los sectores que tengan unos niveles de ocupación más dinámicos y atender esos requerimientos adicionales que tienen los perfiles ocupacionales. Así que si quieres ganar más plata, un mejor trabajo, edúcate más, pero en lo pertinente”, comentó a un auditorio de estudiantes el jueves pasado Wilman Gómez Muñoz, director del Grupo de Macroeconomía Aplicada de la Universidad de Antioquia.
El Ministerio de Trabajo encargó a este grupo elaborar el año pasado un diagnóstico socioeconómico y formular líneas generales de un Plan Estratégico de Empleo para el Valle de Aburrá (ver Informe).
Uno de los hallazgos que recalcó el jueves pasado Gómez es el desconocimiento que tienen los habitantes de los 10 municipios sobre la existencia de centros públicos de empleo que ayudan a conectar las ofertas de trabajo con quienes buscan un empleo. “Tampoco muchos empresarios no saben que en su mismo municipio está el talento que necesitan”, agregó Gómez Muñoz.
Mientras esto mejora, lo cierto es que ya no basta con tener las llamadas competencias duras, o sea, ese conocimiento académico específico adquirido en la educación superior, sea técnica, tecnológica o profesional, sino que debe corresponder con las vocaciones productivas de la ciudad.
“En Medellín, actualmente, hay una particular escasez de técnicos en áreas administrativas y de producción. Las expectativas de contratación comienzan a mejorar para el segundo trimestre, luego de tocar para este arranque de año su punto más bajo desde 2009”, acotó Francisco Javier Echeverri, gerente de Manpower Colombia, quien destacó que la dinámica de empleo local es muy estacional y atada a temporadas comerciales de mayor demanda.
En ese contexto, se añaden dos condiciones que pesan en el descalce del talento humano en el Valle de Aburrá.
Una es la exigencia de habilidades blandas como creatividad, buen relacionamiento, trabajo en equipo, resolución de problemas, capacidad de negociación, pensamiento crítico, inteligencia emocional, criterio en la toma de decisiones, y la lista sigue.
La otra condición tiene que ver con la irrupción de la tecnología, digitalización y automatización creciente de procesos en todos los sectores de la economía. Solo la posibilidad de masificación de la impresión en 3D (tres dimensiones), revolucionará cadenas enteras de suministros.
Este fenómeno redefine funciones laborales, reemplaza empleos y obliga a aumentar competencias de quienes buscan ocuparse: ya no se necesitará el operario de la máquina, sino quién maneja el software para que la máquina opere.
Así que la llamada cuarta revolución industrial, que promulga el Foro Económico Mundial desde el año pasado, viene ligada a una revolución de las habilidades laborales.
Ya no basta con aprender, se necesita desaprender y reaprender. Eso implica que la capacitación no concluye al egresar de la universidad, hay que capacitarse con otros modelos y plataformas con cursos cortos y flexibles.
“Con la cuarta revolución prevemos que en próximas décadas volverán las industrias a Medellín, porque las formas de producción serán diferentes y más descentralizadas. Entonces, se necesitarán personas con agilidades digitales complementarias”, concluye el ejecutivo de Manpower.
Ese es el mundo laboral que deberán asumir las generaciones de millennials, nacidos entre 1980 y 1995, y también los centennials, que hoy tiene menos de 22 años y habitan en el Valle de Aburrá.