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“La guerra comercial será un desastre”, aseguró Jack Ma, presidente de Alibaba (gigante chino del comercio electrónico) el pasado 18 de septiembre en el marco de la asamblea anual de la compañía. Ma se animó a decir que el fin de la guerra no es cuestión de meses sino de años. Lo que aumenta el nerviosismo internacional.
Mientras eso pasa Apple sigue esquivando el fuego cruzado, pues la más reciente decisión de Donald Trump sobre imponer aranceles del 10 % a productos chinos por valores cercanos a los 200 mil millones de dólares (casi la mitad de las compras totales a este país), no tuvo en cuenta artículos como los relojes inteligentes y aquellos que utilizan tecnología Bluetooth. La medida entrará en vigencia desde el próximo 24 de septiembre y cumple con la amenaza hecha por el mandatario en julio de este año.
La situación para Apple se sigue nublando si se tiene en cuenta que tiene 94 líneas de producción en China que elaboran hasta 500 iPhone al día. En un documento enviado a la oficina del Representante Comercial de Estados Unidos el pasado 5 de septiembre, la compañía ya había llamado la atención sobre lo perjudicial que sería la inclusión de esos artículos en la lista de productos que anunció Trump. “Los aranceles aumentarán el costo de las operaciones en Estados Unidos”, dijo Apple.
En ese sentido, el presidente de Alibaba aseguró que el cruce en la imposición de aranceles lo único que motivará es a que las empresas chinas que trabajan en Estados Unidos salgan de ese país, y así la decisión de terminar con el conflicto se postergará tanto como los dos gobiernos quieran seguir sacando tajada a las políticas proteccionistas.
Ma se refiere a la respuesta que desde el gobierno del presidente chino Xi Jinping se dio a la reciente decisión de Trump. China declaró su posición: aranceles por 60 mil millones de dólares para mercancías provenientes de Estados Unidos (ver ¿Qué sigue?).
Para Francisco Cubillos, profesor emérito de la Universidad del Rosario, el siguiente paso es que las grandes compañías presionen para que el mercado deje de ser proteccionista y siga experimentando una apertura comercial.
“El conflicto se empieza a solucionar cuando las empresas, que al final tienen más influencia económica que las mismas naciones, se paren en la raya y exijan un alto en el conflicto”, añadió Cubillos.
El siguiente paso a la imposición de los aranceles fue una nueva nota de protesta del gobierno de la nación asiática ante la Organización Mundial del Comercio.
Las esperanzas estaban puestas en que durante el próximo Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (que se realizará en noviembre) los presidentes de las dos naciones tuvieran la oportunidad de dialogar sobre las posibles soluciones al enfrentamiento que ya cumple seis meses.
La opción de un diálogo se dio en agosto de este año, cuando las amenazas habían mermado. Con las más recientes decisiones la situación parece nublarse.
Alejandro Torres, profesor de economía en la Universidad Eafit, afirmó que “las decisiones de un lado y otro se mantendrán en la medida en que las economías de las dos naciones busquen protegerse del mercado internacional. Por ahora parece no haber una solución a la vista”.
Si China hace efectiva la respuesta, Trump volverá a cargar con aranceles cercanos a los 500 mil millones de dólares. Es decir, cerrará el mercado con este país.