“Raíces aldeanas de la corrupción”: a una calle del barrio Laureles llegó hace tiempo una invitación que todavía se recuerda. Una mañana cualquiera, un vecino tocó la puerta de una casa blanca con jardín de rosas en la que vivía un piloto de avión con su esposa y dos niños. ¿La razón?: llevarle un mensaje de Carlos Ledher. Este hombre lo invitaba a reunirse con él en una finca para que coordinaran el transporte del próximo cargamento de drogas. El pago sería inmediato, en efectivo y la cantidad era tal que le alcanzaría hasta para pagar la universidad de sus hijos pequeños. El hombre asustado se reunió con su familia y a pesar de las deudas decidió que no lo haría porque era traicionar sus principios. Ledher insistió con esta frase: “dígale...