Con cierta frecuencia, el mercado editorial condena los libros a terrenos predecibles: mezcle dos tazas de amor imposible, diez cucharadas de sexo, espolvoree con prejuicios sociales, añada una pizca de humor negro. Y la cereza del pastel: un misterioso asesinato que mantenga la tensión.
Esa otra literatura, aquella que narra y además cautiva al lector con la filigrana del lenguaje, parece esquiva. Cuando logra entretejer la urdimbre frágil, inesperada, de la condición humana: el lector habrá encontrado un tesoro.
Es el caso de “29 cartas. Autobiografía en silencio”, de Julio Paredes. La vida de un reconocido lingüista especializado en léxicos en vía de extinción –siete libros publicados, tres traducidos a varios idiomas, y un manuscrito engavetado...