Edward montó su flamante puesto de bolsa en un pequeño pueblo de EE. UU. El oeste americano en 1922 era tierra de granjeros. Su meta era manejar sus modestos ahorros, ya que fuera de guardar el dinero debajo del colchón no tenían alternativas.
Invirtiendo dichos ahorros como si fuera su plata, en acciones y productos seguros, se ganó la confianza del pueblo. Dos décadas después tenía 17 corredores. En 1948 el decimoctavo corredor fue su hijo Ted, quien era incapaz de estar sentado en un escritorio y le encantaba el olor a boñiga. Para poder trabajar en el negocio de su padre y disfrutar de lo que hacía, montó su oficina en la maleta del carro. Recorriendo diariamente 250 km, visitaba las granjas vendiendo acciones y bonos a los campesinos.
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