Colombia es un país de rencorosos. En la vida privada, en la vida pública, en la familia y en la sociedad, en la propia intimidad y en las relaciones interpersonales. Pero sobre todo en el mundo de la política.
Analice, usted, cualquier capítulo de la historia nacional, desde Bolívar y Santander hasta Santos y Uribe, (nimbados aquellos por la grandeza del pasado, aherrojados estos en la ruindad de la hora presente) y verá que en el fondo y a la postre muchos eventos y circunstancias de esa historia están marcados por el rencor, por el odio. Por supuesto que no es solo un pecado de Colombia, sino de todos los países. En todos los períodos de la historia. El rencor parece ser el pecado original del ser humano. Y su último remordimiento. Al final...