En este posconflicto electoral hay que darle la bienvenida al fútbol que llega y soportar las decenas de transmisiones del Mundial desde Rusia. Ha concluido por fin una temporada larga, intensa, casi desesperante del espectáculo mediático de la campaña presidencial. Después de votar temprano, al escribir esta columna es obvio que espere el final razonable, lógico y conveniente para este país y que entremos en una etapa en la cual, de ser posible, recuperemos a los amigos que en la crispación de las redes antisociales de la noche a la mañana se transformaron en temibles capitanes de barras bravas de la política, agresores implacables de todos los que presentían como contradictores y personeros de un sectarismo primitivo, cavernario, incompatible...