El 12 de octubre de 1492 Cristobal Colón llegó a América pero convencido que había encontrado una ruta privilegiada de acceso al continente asiático. Su idea no era otra que establecer el comercio privado de oro con potencias como China y Japón. Más allá de los mapas, de los planes, del dinero, el continente que soñaba Colón era producto de la imaginación que habían desatado las crónicas de exploradores como Marco Polo y Sir John Mandeville. Oro, esclavos, azúcar y monstruos, era lo que buscaba Colón para satisfacer la voracidad de un continente cuya economía sufría por la lentitud del intercambio comercial. Navegar hacia el oeste no era una aventura tan descabellada como la han pintado, aunque sí peligrosa y a juzgar por todos los cálculos...