Hay un gran desdén por la política. Los jóvenes vuelan en otro planeta, las urnas del domingo anterior les parecen parientes de los dinosaurios. El demacrado resultado global de la consulta partidista es un indicio antes no visto.
Seis jurados de votación desgajan una mueca alrededor de dos mesitas blancas en un puesto ubicado en los pasillos de una universidad. Dos o tres viejitos pausados tartamudean en busca del único cartón donde todavía alguien tacha la foto de un candidato. Policías bachilleres guillotinan el tiempo en aquel teatro del absurdo.
He aquí la democracia, la migaja que dejaron los antiguos griegos. Los campesinos que nunca votan no pudieron votar esta vez, para ahorrar gastos a la Registraduría. La ciudad mira desde las ventanas...