En una importante industria de alimentos en Noruega, un supervisor entró al enorme cuarto frío a dar el último vistazo antes de salir de la fábrica. El hombre no se preocupó por dejar algún seguro a la puerta y esta se cerró dejando al supervisor adentro. Estas puertas no tienen modo de abrirse por dentro, como ninguna nevera lo tiene. Por el grueso de la puerta y las paredes completamente aislantes para conservar el frío, nadie escuchó los gritos del hombre y además porque la mayoría de trabajadores ya había salido a buscar el descanso hasta el día siguiente.
Cuando el hombre había perdido las esperanzas, después de tres horas de encierro y perdiendo las fuerzas por el intenso frío, llegó el portero del edificio, abrió el cuarto frío y encontró...
