El jesuita Alfonso Llano llegó a sus 93 años. Y en una bella columna, llena de fe, hace un apretado recuento de lo que ha sido su ejemplarizante vida de sacerdote convencido de su misión evangélica. Se intuye en su escrito, el inminente viaje al mundo de la luz, de su luz, para los que como él creen.
Conocimos hace buen tiempo al padre Llano. En diciembre éramos invitados a la casa de campo de sus hermanos, Luis Alfonso Quijano y Luz Helena Llano, admirable pareja, a conversar con este orfebre de la palabra y del raciocinio. Tratábamos temas sociales y religiosos. Desprevenidos, dejando de lado cualquier posición dogmática, practicábamos el libre examen sin retenes pero con respeto. A veces abusando de su tolerancia, nos arriesgábamos a lanzar...