Quienes nos hemos aventurado alguna vez en un proyecto de emprendimiento sabemos que el paso más difícil, a veces imposible por las múltiples exigencias y los altos costos que implica, es obtener una licencia del Invima. Lo que nunca sospeché, boba que soy, es que bastaba incluir en el formulario una casilla indicando el monto a pagar por el soborno y listo, así de sencillo, sin inspecciones rigurosas; sin asesores extras que cobran un infierno de plata para garantizar que sí se llenen los requisitos, que nunca se llenan porque siempre quedan faltando cinco centavos pal peso; sin interminables meses viviendo con la ansiedad de esperar una respuesta positiva; sin el desconsuelo de recibir una negativa, hasta que en el límite de las fuerzas y...