No conozco al primer niño que no le gusten las historias. Si no se las cuentan, él mismo se las inventa, es como si estas fueran incluso más importantes que la comida.
He llegado a pensar que un niño puede vivir sin verduras, sin sopa, sin leche. pero jamás sin cuentos, sin imaginación. Sin imaginación los niños se mueren, o peor, se vuelven como tantos adultos que van por la vida cargando, apenas, sus propias realidades.
En estos días he visto a los niños en la Feria del Libro de Bogotá arrastrar a los padres a los lugares donde les cuentan historias. Los he visto maravillados leyendo con el dedo uno y otro libro sin preguntar el precio, ni nada, ¿a quién le importa? Me imagino que para ellos una feria como esta debe ser el paraíso: historia...