Pertenezco a una época que para los más jóvenes de hoy puede resultar un tanto extraña, verán: diciembre empezaba en diciembre, exactamente el 7. Ese día no hacíamos asado ni alquilábamos una “chiva” (entonces se llamaba “escalera” o “la línea” a este vehículo) para llenarla de borrachos y música altisonante, sino que en la acera de la casa prendíamos velas en homenaje a la Inmaculada Concepción de la Virgen María.
En diciembre los días eran eternos, no como ahora, que nos levantamos, espabilamos y se acabó. No estaba prohibido matar marrano ni elevar globos. Los papás compraban pólvora “china” y, aunque era de luces, a los chiquitos nos sentaban a mirarla de lejos. Para “desagraviarnos”, tan queridos ellos, nos permitían quemar esponjillas de...