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Fin del pacifismo japonés

hace 46 minutos
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  • Fin del pacifismo japonés

Por Beatriz de Majo - beatrizdemajo@gmail.com

De manera terminante e inequívoca la nueva Primera Ministra del Japón Sanae Takaichi se pronunció sobre la disputa territorial entre de China y Taiwán con la frase lapidaria “Defenderemos el estrecho”. La nueva autoridad japonesa calificó de “amenaza existencial” este conflicto bilateral que tiene lugar en la región y dejó claro que su país está determinado a hacerle frente.

El caso es que mientras Pekín a cada paso pisa más fuerte y expande su presencia militar en la región, amenazando con bloquear a la Isla taiwanesa, el gobierno japonés ha iniciado un viraje, ha emprendido una revisión estratégica de sus metas de seguridad nacional y, por primera vez en décadas, se plantea contar con una capacidad de disuasión nuclear.

El clima de tensión es grande en un momento particularmente álgido en lo internacional. Tokio ha querido abrir un debate cuando conmemoran 80 años de la Bombas de Hirosahima y Nagasaki que afectaron a Japón y dejaron una huella indeleble en la población de ese país. Lo hacen cuando China y Estados Unidos hacen patentes sus diferencias en muchos terrenos y en este en específico, y cuando también Corea del Norte se juega una carta de poderío nuclear preocupante para el mundo.

El caso es que el gobierno de Tokio ha tomado la decisión de abandonar su política pacifista –plasmada en el artículo 9 de su Constitución– y no permitir que otros dicten sus derroteros. Desde 1967 había decidido no poseer, no fabricar y no permitir la instalación de armas nucleares en su territorio. Esta evolución desde una posición defensa estrictamente limitada hacia una postura más asertiva es coherente con un cálculo de riesgo que toma a China y Taiwán como centro y lo catapulta como componente de la crisis de seguridad global.

Porque lo cierto es que el expansionismo chino es el disparador del rediseño de la estrategia japonesa. Si China actúa contra Taiwán, las implicaciones podrían alcanzar las rutas marítimas, el comercio, la seguridad regional, e incluso la propia supervivencia política y económica de Japón. Una crisis en la región alteraría el equilibrio del eje Asia-Pacífico.

En lo interno, el cambio estratégico japonés en materia de seguridad viene de la mano con una concientización a sus ciudadanos de que el país no puede aislarse de lo que ocurra en el estrecho. Ello convierte este tema en un asunto de interés doméstico que causará no pocos dolores de cabeza al nuevo gobierno.

Y lo que hace más relevante desde la óptica de las relaciones globales es que, con el apoyo “interesado” de Washington se ha sumado un nuevo actor de peso en este conflicto. Un Japón militarmente más fuerte y activo refuerza junto con Corea del Sur un bloque regional que Washington considera clave.

La reafirmación de los compromisos estadounidenses con Tokio —cuando señaló en noviembre que sus capacidades nucleares están disponibles para defender a Japón— es una señal clara para Pekín de que Japón no está solo y ello incrementa el costo estratégico de una eventual agresión china a Taiwán.

Con o sin Estados Unidos, lo que desde la II Guerra Mundial Japón percibía como excepcional: intervención extranjera, amenazas a aliados y despliegue militar, ahora se ve como posible y hasta necesario. The Japan Times en 2024, al reseñar un informe de defensa del gobierno japonés, ya advertía que la comunidad internacional estaría entrando en breve en “la época más dura desde la posguerra”. Esta hora parece haber llegado: Japón no es un actor deleznable. Las consecuencias de esta nueva posición son impredecibles ...

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