El primer recuerdo que tengo de Mario Escobar Velásquez se remite a un taller de escritores que frecuenté hace mucho tiempo. ¿Y qué recuerdo? Dos cosas: Una buena y una no tan buena. La no tan buena: por meses la única referencia de análisis fue uno de sus cuentos, uno que terminé “odiando” de tanto analizarlo, “Con sabor a fierro”, era el título y, a la vez, la sensación que me quedó. La buena: me enseñó a editar una obra, a buscar y buscar hasta encontrar la palabra. Incluso él mismo iba modificando su propio cuento, tachaba mientras leía en voz alta, modificaba un adjetivo y en ese instante nos hablaba del valor de las palabras, de la precisión, de la contundencia que debía tener el cuento. Todavía recuerdo esas pequeñas lecciones que nos...