A los exmuchachos del bar La Yuca, en Envigado, que volvimos a reunirnos hace poco, solo nos faltó llevar costura al algo que tuvimos en Otraparte.
En vez de trago y chicas desinhibidas pedimos capuchino, pacífica cerveza, licor sin licor. Llamábamos cada cinco minutos a casa a reportar sintonía.
Dábamos un parte tranquilizador: que seguíamos vivos, que no nos atropelló ninguna gallina, que quedaba aplazada la posibilidad de que nuestras damas empezaran a disfrutar la condición de viudas alegres. Se lo merecen, por habernos aguantado.
Quedó claro que a estas alturas del partido en casa se hace lo que obedecemos. A nuestras espaldas, como le pasó al presidente Santos con el elefante de Odebrecht, terminamos convertidos en dobles de personajes...