El escenario actual de la caficultura colombiana luce favorable para adelantar los cambios que el sector necesita para darle un rumbo más cierto al mismo, impulsar el desarrollo de las regiones cafeteras y asegurar el progreso y el bienestar de los productores y sus familias.
Las mejoras que se han presentado en los principales indicadores sectoriales, como son la producción, las exportaciones, la productividad, los precios y los ingresos, han conllevado unas condiciones económicas más favorables para los caficultores.
Esto crea un ambiente propenso para que los productores dediquen sus esfuerzos y recursos a incrementar la productividad y, por ende, a llevar a cabo las prácticas y las labores de campo necesarias para asegurar mayores niveles de producción a nivel predial.
No debe olvidarse que las bajas competitividad y productividad constituyen el principal problema que tiene la caficultura. Por causa de lo anterior es que el país, a pesar de su evidente ventaja comparativa derivada de su amplia y variada riqueza natural, ha perdido participación en los mercados externos frente a países que no tienen la tradición ni los potenciales productivos del nuestro.
De otra parte, el proceso de elección del gerente general de la Federación Nacional de Cafeteros debe servir para darle un nuevo aire al gremio, superar las divisiones dentro del mismo y recuperar el norte que pareciera haberse perdido a raíz de los conflictos de diverso orden que surgieron durante los últimos años.
Siguiendo la tradición, la actividad cafetera debe mantener su posición de liderazgo entre las actividades agrícolas y para ello es fundamental que el gremio se muestre fuerte y cohesionado de tal forma que esté en capacidad de representar y defender los intereses de sus asociados y trabaje para asegurar una caficultura rentable y competitiva.
Igualmente, es necesario hacer de la Federación una organización gremial privada capaz de ser la contraparte idónea del Gobierno, al que, a su vez, le corresponde asumir de lleno la responsabilidad de formular y ejecutar la política cafetera.
En la práctica ello significa que, al igual que ocurre con los demás gremios de los sectores agropecuario y agroindustrial, cada uno de los actores tiene su papel y su campo de acción específicos y que es necesario acabar con los indeseables cruces que de tiempo atrás se vienen presentando y que, frente a las nuevas realidades, les restan eficacia y transparencia a sus respectivas acciones.
En este sentido resulta oportuno destacar el hecho de que en el próximo año se deberá firmar un nuevo contrato entre el gobierno nacional y el gremio cafetero.
Para mejorarlo, el Gobierno debe apropiarse de los resultados y las recomendaciones que produjo el informe definitivo de la Misión Cafetera.
Dados los diferentes temas considerados por la Misión y la pertinencia de los mismos, sería desafortunado que el Gobierno hiciera caso omiso de las recomendaciones y que, por privilegiar intereses políticos, el nuevo contrato no representara el medio a través del cual se pusiera en práctica una política eficaz para el desarrollo y el progreso del sector cafetero.