Ya poco nos vemos, usar el teléfono celular para llamar se está convirtiendo en una rareza, todo se escribe, se envían mensajes de voz pregrabados en los que aunque se establece un intercambio, parece que el deseo de interactuar con el otro es ninguno, se graba un monólogo, recibimos cientos de mensajes y correos, muchos vanos, otros menos, abro el WhatsApp y un amigo me envía esta reflexión que alguien compartió con él y me dice, palabras más, palabras menos, que desea hacerla suya y convertirla en una especie de mantra, en una idea que grabada cerca, le permita priorizar y anteponer lo fundamental a todo lo demás: “Se llama calma y me costó muchas tormentas.
Se llama calma y cuando desaparece.... salgo otra vez en su búsqueda
Se llama calma...