A veces, el candor de los políticos nos conmueve. Mas cabe preguntarse si sus actos obedecen a la ingenuidad, pureza, honradez de esos personajes públicos, o bien, a su mala fe disfrazada de una delgadísima capa de buenismo. Lo cierto es que la vida de esos mal llamados gobernantes se caracteriza por el zigzagueo y el titubeo continuos, por el deseo de complacer a seguidores y detractores.
Hace apenas unas semanas, después del atentado contra el semanario francés Charlie Hebdo, la Casa Blanca anunció la celebración de una cumbre mundial sobre el terrorismo. Cierto es que la Administración Obama no estuvo presente en la movilización contra el yihadismo, que congregó en la capital francesa a medio centenar de jefes de Estado y de Gobierno. ¿Simple error de cálculo?
En realidad, el presidente de los E. U. convocó la famosa cumbre contra el terror, modificando, eso sí, los parámetros. En la reunión no se habló del yihadismo ni del terrorismo islamista, términos acuñados por la Administración Bush después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, sino del... extremismo violento, eufemismo aplicable a casi todas las situaciones conflictivas.
Aparentemente, el deseo del presidente era evitar el enfado de los musulmanes. Por ello, la cumbre no abordó el tema de las guerras religiosas, los crímenes cometidos por el Estado Islámico o la creciente influencia de la tentacular Al Qaeda en los países de Asia y África.
Curiosamente, en la cumbre de Obama asistió una nutrida delegación rusa, encabezada por Alexander Bortnikov, director del Servicio Federal de Seguridad de la Federación Rusa. Más extraño aún: el director del FBI no fue invitado a la reunión.
En la Vieja Europa, los ánimos están caldeados por la decisión del Primer Ministro húngaro, Viktor Orban, de recibir en suelo comunitario al presidente ruso Vladimir Putin que fue acogido con todos los honores en un país miembro de la UE, que se había comprometido, hace apenas un año, a congelar las relaciones con Moscú tras la anexión de Crimea. Pero el Primer Ministro húngaro no dudó en echar más leña al fuego con su comentario: “Estamos convencidos que dejar a Rusia fuera de Europa sería irracional”. Los socios comunitarios dieron la callada por respuesta: no hay que olvidar que el 40 por ciento del gas natural que consume Alemania procede de... la Federación rusa. En resumidas cuentas: ¿por qué poner cara feroce al enemigo.
* Artículo del Centro de Colaboraciones Solidarias.