Escribo esta columna con el corazón arrugado, con la mente llena de por qués y a la vez con el alma serena al percibir, desde la lejanía, tanta fortaleza y solidaridad. Escribo esta columna conmovida, muy conmovida.
Conocí a Carolina Morales en 1994 cuando íbamos juntas al club Interact Medellín, El Poblado, que es la rama adolescente del club Rotary International. Pronto nos hicimos amigas y la inquietud social fue un lazo común en varios momentos.
En 1996, cuando yo cursaba undécimo en el colegio La Enseñanza tuve, por primera (¡y última vez!) que habilitar (¡y química!). Mi graduación estaba en cuestión. En ese momento decidí pedir ayuda a Carolina, quien por esa época estaba terminando su segundo semestre de ingeniería química en la UPB....