Alguna vez, por lo menos en la infancia —hace rato—, el Centro de Medellín fue un lugar amable, incrustado en experiencias memorables: ir al matiné del Teatro Lido, comer un sundae en el Parque de Bolívar, comprar el estrén navideño en Caracas o Maracaibo o entrar al Salón Astor y a Versalles para impresionar el sentido del gusto con copas de helado y empanadas argentinas. Hoy el Centro no solo es caótico, cosa que aguantan sus devotos y adictos, sino que es una olla de criminales y delitos. Zona tan peligrosa.
Allí se denuncia el 33,48 % de los hurtos a personas en la ciudad (unos 6.600, en lo que va de 2018), los homicidios pasan de 100 y hay lugares insoportables por el acoso de los ladrones, como la Plaza San Antonio. Una inmersión en el...