Por Ana Fuentes Fernández
El movimiento MeToo ha conseguido agitar conciencias, instituciones, empresas. Uno de sus mayores efectos se está produciendo fuera del radar de los medios de comunicación occidentales. En China ha desencadenado una reacción social insólita para un país donde el activismo suele pagarse con cárcel.
En los campus universitarios del país se han firmado miles de peticiones contra el abuso y la discriminación de género, algo casi impensable hace cinco años. Estudiantes y profesores de ambos sexos se han enfrentado a la Administración para defender la igualdad de la mujer. Cada vez más desconocidos contactan para debatir del tema en Internet, sorteando la censura. Esto supone un riesgo personal en una dictadura como la china....