Ha dicho con toda razón Henrique Capriles, uno de los líderes de la desperdigada oposición venezolana al gobierno de Maduro, que este, “mientras permanezca en el poder constituye un peligro para la paz en Colombia”.
A Maduro, el sátrapa vecino, le dio mucho juego y confianza el presidente Santos. Puso en sus manos buena parte del proceso de paz habanero. Fue su nuevo mejor amigo, hasta que aquel, en una rabieta propia de los bipolares, lo mandó a freír espárragos. Y después le ha encimado toda clase de agravios, sin ahorrarse ninguno en su bien surtido diccionario de procacidades.
Colombia está en calzas prietas para afrontar la desordenada migración venezolana. Carece de capacidad económica para asimilarla. El país entretenido con el debate electoral,...