Admito que soy negada para el fútbol. Nula. Pero no de nacimiento, no crean. Me volví así por culpa de un hermano mayor, más serio que un muerto, que me llevó por primera vez al estadio a regañadientes, creo que obligado por nuestra madre, para que yo conociera el Atanasio.
Mi alma hervía de expectativa, pero fuimos al peor partido. Ferrocarril Oeste, un equipo argentino venido a menos, vs el Deportivo Independiente Medellín de hace añales. Con otro agravante: Como mi hermano no era hincha de ninguno de los dos y el partido pasó sin pena, sin gloria y sin goles, no hubo nada que me hiciera vibrar aquella noche. Ni siquiera un intento de su parte por ayudarme a descubrir la alegría del juego, de hecho no me habló durante el rato que duró la triste...