Quizás no haya en la historia política colombiana un antecedente como el actual, en el que 60.000 votos de diferencia entre el NO y el Sí, de un total de casi trece millones que sufragaron el domingo, hubieran creado un impasse de tal complejidad.
Pero esa es la democracia. Ganó el NO y el veredicto debe respetarse. Los acuerdos de La Habana no fueron aprobados por la ciudadanía, así sea por una mayoría precaria. Ahora lo que sigue es solucionar pronto y lúcidamente este impasse mayúsculo. Y evitar a toda costa que la paz, que es el fin supremo que ordena la Constitución y que todos buscamos, se nos escape.
Tres opciones parecen abrirse camino entre la baraja de posibilidades políticas.
La primera: un acuerdo político previo del estilo del que...