Se acostumbraron los gobernantes a dorar la píldora, situación que con demasiada frecuencia se traga la gente y hasta la prensa, cada vez menos acostumbrada a contradecir al poder.
Dicen los académicos que dorar la píldora es disimular un daño o perjuicio. Y hace carrera. Son al final de cuentas verdades a medias o mentiras, y un extraño fenómeno que ocurre a los gobernantes hoy: ven la realidad diferente a como la siente el ciudadano de a pie, que tiene explicación en algunos casos en la gran cantidad de comunicadores y asesores con las que se rodean con el único fin de que la imagen sea buena.
Dorar la píldora se volvió costumbre. Esta semana, el Área Metropolitana presentó balance de las medidas para reducir la contaminación del aire al comienzo...