El sufrimiento del pobre ante la indiferencia del rico es un tema bíblico recurrente. El profeta Amós (6, 1a.4-7) critica la insensibilidad de los “disolutos”, y en el Evangelio de Lucas (16, 19-31) Jesús presenta la parábola del rico “epulón” (banqueteador) y el pobre Lázaro (del hebreo El’azar -“Dios ayuda”). Mientras el destino final del Epulón es el infierno, el de Lázaro es el seno de Abraham. No se trata de lugares físicos, sino de estados espirituales: el del Epulón, un estado de sufrimiento simbolizado mediante el fuego, y el de Lázaro, un estado de felicidad simbolizado en el banquete de los bienaventurados junto al patriarca Abraham, prototipo de los creyentes que han vivido auténticamente su fe.
La parábola no dice que el rico maltrataba...