En las cavernas de las convenciones políticas en Estados Unidos, primero en Cleveland y ahora en Filadelfia, uno suele aislarse del mundo exterior. Son islas impresionantemente fortificadas para evitar actos de violencia. Tanto así que los manifestantes con quejas legítimas contra Donald Trump y Hillary Clinton nunca llegan a ver a los candidatos.
Los periodistas que cubrimos estos cónclaves partidistas sabemos que nada interesante va a ocurrir, ya que los candidatos fueron escogidos con antelación. Pero aún así nos movemos como hormiguitas, como si tuviéramos prisa para llegar a sitios donde no hay nada que hacer. Además, todos caminamos igual: viendo el celular y apuntando con la nuca al cielo. Supongo que pronto nos empezarán a poner anuncios...