En la cancha de Cardiff, rodeada de leyendas de dragones, puertos marinos y turistas, Juan Guillermo Cuadrado, un muchacho criado en las calles polvorientas de Necoclí, repitió ese sueño redondo del fútbol: el del niño que no tuvo para comprar un balón años atrás, que ayer sentía al planeta estrecharse a sus pies.
No importaba si ganaba o si perdía la final de la Liga de Campeones de Europa. A él le llenaba el cuerpo de emociones ese estadio trepidante donde se codeaba con algunos de los mejores jugadores del mundo. Aquel muchacho que pasó por el Rionegro y por el DIM, de la mano de Hugo Gallego, que los fines de semana festejaba con sus amigos del barrio, este sábado levitaba sobre el pasto galés.
Cuadrado es un sobreviviente, un luchador, un...