x

Pico y Placa Medellín

viernes

3 y 4 

3 y 4

Pico y Placa Medellín

jueves

0 y 2 

0 y 2

Pico y Placa Medellín

miercoles

1 y 8 

1 y 8

Pico y Placa Medellín

martes

5 y 7  

5 y 7

Pico y Placa Medellín

domingo

no

no

Pico y Placa Medellín

sabado

no

no

Pico y Placa Medellín

lunes

6 y 9  

6 y 9

Felinos y loros

El chigüiro es, en esencia, el buen vecino. Es el liderazgo sereno, el que no intimida, el que no divide, el que mantiene vivo el territorio sin dominarlo.

hace 1 hora
bookmark
  • Felinos y loros

Por Daniel Carvalho Mejía - @davalho

La política nacional siempre ha tenido un variopinto bestiario; durante años hemos oído hablar de lagartos y micos, nunca han faltado arpías y asnos, también tuvimos elefantes y siempre están los dinosaurios. Ahora llegó el turno de los felinos. Llevamos semanas escuchando a un tal tigre y saltaron a competirle un jaguar y una leona. Es divertido y sintomático.

Empiezo por señalar que no tienen nada de original: en Argentina surgió un líder que se identifica con un león y, dado su éxito electoral y mediático, era de esperarse que aquí surgieran sus respectivas copias. La utilización de estos depredadores como símbolos de liderazgo político es reveladora: políticos que se comparan con grandes depredadores, convencidos de que la política es una selva donde triunfa el que muerde más fuerte. Conviene mirar de cerca esas metáforas: detrás de la presencia imponente y el rugido aterrador de los grandes felinos hay una visión de liderazgo profundamente inconveniente para una democracia.

El tigre, por ejemplo, es el animal del dominio solitario. No construye comunidad: construye su territorio. Su lógica es la del acecho, la sorpresa y la fuerza. El líder-tigre aparece cuando le conviene, ruge para imponerse y gobierna para un círculo reducido. Es el símbolo del poder que no escucha, que no concierta, que actúa desde la sombra.

El jaguar no es mejor modelo. Es el gran depredador silencioso de América: se mueve sin que nadie lo vea y solo aparece para el golpe. Opera en la opacidad. Es oportunista, impredecible, eficiente en el ataque, pero incapaz de sostener alianzas duraderas. Un líder-jaguar se acerca a la ciudadanía solo en campaña, no construye, no coopera.

La leona, aunque más social, también tiene una cara problemática como símbolo político. Es la que hace el trabajo duro —cazar, cuidar, proteger— mientras otro se queda con el primer bocado. Su energía sostiene la estructura, pero la jerarquía la subordina. Es metáfora de quienes trabajan para intereses ajenos, de los liderazgos atrapados en la lógica del jefe o del cacique que manda desde la sombra.

Cabe preguntarse si Colombia necesita depredadores a la cabeza de sus instituciones, si buscamos líderes que se impongan a través del miedo, si la unidad nacional puede estar representada en animales aterradores e incapaces de cooperar con otras especies.

Debo decir, además, que en general estos líderes se parecen en la práctica a otro animal: el loro. Impresionan de entrada con su capacidad oral, pero sus discursos no resisten un análisis profundo y, ante cualquier interpelación, sólo saben repetir las mismas consignas y aferrarse al mismo palo.

Frente a ellos, América Latina tiene un símbolo más honesto y útil: el chigüiro. Un animal que no gobierna por miedo ni por ruido, sino por convivencia. Vive en grupo y protege a los demás. Se mueve entre aguas y tierras con naturalidad, se adapta sin destruir. No depreda a nadie, no expulsa a nadie: convive con las especies que lo rodean.

El chigüiro es, en esencia, el buen vecino. Es el liderazgo sereno, el que no intimida, el que no divide, el que mantiene vivo el territorio sin dominarlo. En tiempos donde tantos quieren ser felinos en cacería, yo prefiero un liderazgo colaborativo. Porque las sociedades no se gobiernan cazando, sino conviviendo, el chigüiro puede ser el símbolo de la unidad nacional.

Sigue leyendo

Te puede Interesar

Regístrate al newsletter

PROCESANDO TU SOLICITUD