Globalización es la palabra empleada para describir la creciente interdependencia entre las economías de los países del mundo, sus culturas y sus habitantes, por medio del intercambio de bienes, servicios, tecnología, inversiones, persona e informaciones.
Desde tiempos inmemoriales, han viajado los seres humanos a lugares lejanos con el fin de producir e intercambiar bienes. Pero la verdadera integración no comenzó sino hasta el Siglo 19, tras finalizar las colonizaciones europeas y emplear los barcos de vapor, los ferrocarriles y el telégrafo.
La globalización se detuvo por culpa del proteccionismo al concluir la Primera Guerra Mundial. Los Estados Unidos la revivieron, después de la Segunda Guerra Mundial para acelerar la reconstrucción de Europa. La edad de oro de la globalización trascurre entre 1990 y 2010.
Consideró alguna vez el diario The Washington Post que la globalización era como una marea que elevaba tanto a los barcos grandes como a los pequeños, los países ricos y los pobres. Pero la amarga realidad parece ser otra.
Medios de comunicación de Europa consideran que estamos entrando en la era de la “desglobalización”. Que los ricos se han vuelto más ricos y los pobres más pobres, por culpa de algunas de las razones a continuación.
La globalización supone reducir las barreras comerciales, reducir tanto las tarifas arancelarias como las no arancelarias, reducir los impuestos, los subsidios... The Wasington Post considera que el grupo de países del G20 tiene establecidas 1.200 restricciones al libre comercio.
Los aranceles de Donald Trump sobre los productos chinos, contienda que se está manejando por fuera de la Organización Mundial del Comercio -OMC- es considerada por algunos como el preludio de los pactos regionales, sin OMC, firmados entre pocos países interesados y con alguna reciprocidad.
Se esperaba que la globalización creara empresas más competitivas, con nuevos puestos de trabajo, y que rebajaran los precios para los consumidores. Pero en no pocos casos sí han rebajado sus precios mediante la manipulación de las monedas, pero han sacado del mercado a los productores domésticos. En otros, terminan produciendo los mismos artículos con patentes robadas. La movilidad laboral se ha prestado para rebajar los salarios.
Pero los resultados inesperados tampoco se pueden excluir. La revista The Economist dijo: “En noviembre pasado el presidente Donald Trump firmó un pacto comercial con México y Canadá. Si las conversaciones ahora de febrero conducen a otro pacto con Xi Jinping, por medio del cual se reactiven los mercados, se podría concluir que la guerra comercial no pasó de ser un teatro político para obtener algunas concesiones de China y no para destruir el comercio global”.