Esta semana estuve en un programa de radio. Uno de los locutores estaba feliz leyendo al aire fragmentos de “Cincuenta sombras de Grey”, porque ese había sido justamente el último libro leído por su compañera de mesa. Las lecturas, más que eróticas, eran graciosas, la verdad, bastante inocentes y malas. De nuevo pensé por qué ese libro llegó a tanto sabiendo que si hablamos de literatura erótica se han escrito cosas más intensas, más profundas en todo el sentido de la palabra, que, sin mucha dificultad, hacen que la respiración de un lector silencioso se inquiete. La literatura tiene magníficas páginas que harían sonrojar al inocente señor Grey. Con la venia del marqués de Sade, perverso entre los perversos, miremos algunas de las voluptuosas...