Por Norvey Echeverry Orozco
Universidad de Antioquia
Facultad de Periodismo, 6° semestre norvey.echeverry@udea.edu.co
No soy socio ni tengo acciones, pero me quito el sombrero ante esta aerolínea. Reconozco que en una publicidad falló, cuando invitó a viajar a la “arenosa” con la moza, pero en esta acertó completamente.
Viva, además de hacer posible que muchos colombianos conozcan el mar, tengan de nuevo cerca a un familiar que hacía mucho no abrazaban, hagan realidad sueños como alcanzar las nubes, recortar distancias y subir montañas, es consciente de causas que mueven el corazón, que hacen que la piel se ponga de gallina y que uno se hinche de orgullo al saber que es una marca que, hasta hace muy poco, llevaba a Colombia en su nombre.
Lo digo porque en los últimos días, mientras disfrutaba la tarde de un domingo, vi en los cielos un pájaro rosado. Había llegado a ver aviones amarillos, azules, o hasta verdes, pero no rosados. Era un avión de su marca. Y no parecía una publicidad, sino un mensaje de conciencia gritado en los cielos para quien lo viera: hey, hazte el autoexamen, no lo olvidés, recordá que una de cada ocho mujeres, en algún momento de su vida, tendrá cáncer de mama.
Hay empresas que, de alguna manera, se hacen querer. Pues bien, por defender mensajes así, esta es merecedora de muchos aplausos. Un motivo de orgullo al saber que apoyan la casusa que enfrentan, además de Claudia Obando, una de sus azafatas, miles de mujeres en el mundo: el cáncer de mama.
Después de indagar, me enteré que no solo les dio por pintar un avión rosado, sino que también sus azafatas, en los vuelos del “gigante”, como lo llaman, por lo menos el 19 de octubre, Día mundial contra el cáncer de mama, además de los mensajes comunes, les hicieron saber a los pasajeros: “Hoy es el Día mundial contra el cáncer de mama y en Vivaair siempre hemos apoyado esta causa tan importante. Hoy nuestra invitación es que tanto hombres como mujeres se hagan el autoexamen”. Además, en el pasillo, varias mujeres se pusieron de pie. Se quitaron las pelucas que llevaban e hicieron llorar a más de uno.
Que más marcas se unan con causas comunes, causas que muevan a querer y a apreciar el sentido de la responsabilidad social empresarial de sus clientes y empleados. Que, más que una publicidad, hagan el eco en la sociedad para que se hagan querer.
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