No puede ser más deplorable la situación del conservatismo colombiano.
Perdió la Procuraduría General de la Nación. Careció de capacidad para hacer respetar ese derecho que le representaba, no la de ser cabeza de una nómina burocrática jugosa, sino la de ejercer el liderazgo para desplegar un control ético al manejo de la administración pública.
Ya sin ningún escollo, el jefe del Estado y su gobierno tienen en sus manos todos los órganos de control y de fiscalización. La democracia va perdiendo su esencia. Los excesos en la conducción de la cosa pública pueden desbordar los límites de la tolerancia moral.
Lo sucedido con la pérdida de la Procuraduría es la muestra fehaciente de lo que es una colectividad sin brújula, sin ganas de construir país,...