Hace unos años, tuve una felicidad que jamás olvidaré: por fin logré conocer a Santa María de los Buenos Aires, la capital de Argentina. Era diciembre y estaba empezando la primavera. Me bajé del avión feliz, pero rendido por el cansancio de un viaje de más de 10 horas entre El Dorado, de Bogotá, y el aeropuerto de Ezeiza, en Buenos Aires.
Durante el breve recorrido entre el aeropuerto y la ciudad, no logré ver sino “villas miseria”―aquí les decimos tugurios y en Brasil, favelas―, situadas a un lado de la autopista. Más tarde reconocí a lo lejos las cúpulas de una especie de templo: era el estadio de La Bombonera. Al final del viaje, casi me voy de espaldas mirando el colosal obelisco situado en la avenida 9 de Julio.
Más tarde, tuve que viajar...