No recuerdo la primera vez que fui al cine. Creo que hubiera sido maravilloso tener un registro al menos difuso de la sala, la película, la sensación de experimentar por primera vez el ritual de esperar a que comience una película. La gente acomodándose, las luces bajando, el silencio poco a poco haciéndose en la sala hasta que queda el sonido disperso de la gente que abre algunas chucherías o susurra algo a su acompañante. El cine es algo tan cotidiano. A la vez es casi un milagro.
Los domingos en la infancia eran para ir al cine. Luego en la adolescencia el cine se convirtió en el primer rescoldo de libertad. Un lugar donde estrenar cierta independencia recién adquirida. Las películas que vi desde siempre tanto en la sala como en casa pasaron...