Las acusaciones que aún hoy, tres semanas después de las presidenciales, se escuchan sobre el papel del voto en blanco en la derrota de Gustavo Petro dicen mucho del corto nivel de análisis político en el país y, aún peor, de la incapacidad de autocrítica de la campaña derrotada. El candidato de la Colombia Humana, que intentó escorarse al centro para obtener la mayor cantidad de votos posibles y superó los sorprendentes ocho millones, es incapaz de agrupar bajo la reflexión y el análisis sosegado una esperanza de oposición seria. Todo es señalamientos y reprimendas.
Pocas cosas son tan necesarias en este momento crítico del postacuerdo como un contrapeso sensato al nuevo Ejecutivo, pero un alto porcentaje de los perdedores sigue derramando culpas...