Son muy conmovedores los actos de solidaridad periodística por el asesinato de los reporteros Javier Ortega y Paúl Rivas y el conductor Efraín Segarra, enviados de El Comercio de Quito y sacrificados por una facción guerrerista de las Farc en algún lugar de la frontera entre Colombia y Ecuador.
El silencio, la oración mental, los aplausos fúnebres y los mensajes de dolor, indignación y condena muestran el tremendo golpe moral infligido a la sociedad y a la libertad y demás derechos humanos, por las bestias salvajes que han causado este crimen contra civiles indefensos.
Hay una persecución binacional contra los autores del crimen. Y hay derecho a reclamarles a los dos gobiernos que este acontecimiento fruto de la irracionalidad bélica ni se quede...