Más de dos mil kilómetros de frontera comparten Colombia y Venezuela, desde el desierto guajiro hasta las selvas del Amazonas, con dos epicentros particularmente importantes: el paso entre Cúcuta y San Cristóbal, donde se concentra población, comercio y contrabando, y el oriente de nuestro país, en los departamento de Arauca, Vichada y Guainía, relativamente aislado y, sin embargo, un corredor -entre otras cosas- de drogas y grupos armados ilegales.
Es una frontera frágil, con control fragmentado del Estado y en ocasiones, una desconfianza poco disimulada entre autoridades de ambos países, pero ni todas las personas que habitan a lado y lado son criminales -¡qué tal el absurdo!-, ni los problemas que está presentado, y que son de “toda la vida”,...