“El hombre es inteligente porque tiene manos”. Anaxágoras
Hace unos días terminé de dictar un curso fuera del país y uno de los comentarios de un estudiante en su evaluación de mi clase fue que: “no volviera a hacer exámenes a mano”.
Pensé inmediatamente que me estaban diciendo dinosaurio, y no estoy lejos de serlo, pues ese es uno de los efectos secundarios de ser profesor y estar en contacto con jóvenes, pero paradójicamente ese efecto desaparece exactamente por la misma razón.
Todavía hago exámenes escritos y “a mano”, y resulta divertido ver a la generación digital que nace apretando botones, todavía untados de líquido amniótico, cuando pasados diez minutos del examen empiezan a sacudir sus manos y hacerles masajes.
Mi generación y las anteriores tuvimos lápices por mouse, y lo único para teclear eran las letras de las máquinas de escribir en los cursos de mecanografía. Lo más exótico, visto desde ahora, fue el curso de letra gótica que recibí en mi colegio, el Calasanz, pero ahora junto a los versos de Teresa de Jesús que nos recitaba el Padre Jesús, recuerdo con cariño el método Palmer de Caligrafía Comercial. Para quienes no lo conozcan, pueden aprovechar este fin de semana y preguntarles a sus papás o tíos qué es eso que suena como a una técnica anticonceptiva. Y los papás deberían intentar escribirles a sus hijos y sobrinos un párrafo en esa elegante y cadenciosa forma de escribir que obligaba a que el movimiento no lo hiciese la mano sino especialmente el brazo y el hombro.
Dicen que la necesidad de que los niños aprendan más rápido a escribir, en vez de hacerlo con una letra más refinada, llevó a dejar en el olvido el método Palmer y pasarse a la letra de imprenta. Pero cuando tengo que calificar los exámenes de estos jóvenes que seguro escribieron a menor edad que yo, maldigo como nadie y a veces me pregunto si mi curso es de geopolítica o es de lenguas egipcias antiguas. A veces no sabe uno ni qué escribieron y menos qué nota ponerles. ¿Será que todos van a ser médicos? Me pregunto cuando repaso y repaso una frase, pues debo suponer que eso es, y no logro ni siquiera adivinar lo que dice.
Además de que las redes sociales están formando gente con capacidad cerebral de máximo 140 caracteres, parece que no escribir a mano tiene otros costos. Neurocientíficos han realizado experimentos que concluyen que el cerebro responde de manera distinta cuando aprende con letras escritas a mano que cuando lo hace a través de teclados. “Los niños que escriben a mano mostraron patrones de activación cerebral similares a los de las personas alfabetizadas que saben leer y escribir”. Al ser una tarea mental más compleja produce un aprendizaje más profundo y duradero, mejora la ortografía, la comprensión del lenguaje y de lectura, la memoria, la toma de notas, la motricidad fina, la discriminación auditiva y visual y la organización espacio temporal.
¿Que soy un dinosaurio? Sí, pero yo puedo escribir dinosaurio aunque se vaya la energía eléctrica.