“El hombre le puso nombre a todos los animales / En un principio, en el principio /... / Vio un animal en lo alto de una colina / Masticando hierba hasta hartarse / Vio salirle leche sin saber cómo / “Ah, creo que la llamaré vaca”/... / Vio un animal tan liso como el cristal / deslizándose en su camino por la hierba / Lo vio desaparecer tras un árbol cerca de un lago”. De la canción de 1979 de Bob Dylan “Man gave names to all the animals”
Fabio Capello cuando dirigía la selección inglesa de futbol, decía que solo necesitaba unas cien palabras para manejar el equipo. Supongo que muchas eran insultos, siempre tan motivantes y versátiles. Pero es difícil creer que con tan pocas palabras uno pueda “bandearse” en la vida, aunque ahora muchos jóvenes solo con: “marica”, “güevón” y “gonorrea”, e insertando emojis, les basta; y no hablo de los reguetoneros mononeuronados que necesitan menos todavía.
A quienes nos gustan las palabras, para leerlas o escribirlas, descubrir una nueva es tan emocionante como un color nuevo para un pintor. Siempre quise saber cuál era el nombre para la maldita rueda de los carros del supermercado que se bloquea, y no quiero imaginarme el término para la materia inmunda y peluda que lo ocasiona. Pero fue delicioso saber hace unos meses que el idioma japonés tenía una expresión para la pila de libros que has comprado pero aún no has leído, “tsundoku”.
Las academias de las lenguas se esfuerzan por ampliar el inventario y cubrir todo lo posible, como por ejemplo, “fosfenos”, las manchas luminosas que se ven al frotar los párpados, o “petricor”, olor que produce la lluvia al caer en sitios secos. Pero como hay tanto por bautizar, los particulares también lo intentan, aunque informalmente. Citaré algunos ejemplos de términos inventados para describir cosas y sentimientos que antes eran NN.
Estisolercia: habilidad excesivamente puntual y virtualmente inútil. Penidalgia: acción de extrañar objetos que se tenían en la infancia. Nueseso: sensación de apetito o deseo que no puede satisfacerse con ninguna instancia que se presente. Vemödalen: frustración de fotografiar algo increíble cuando ya existen miles de fotos idénticas. Zapatrapo: dícese del hombre que confunde a un travesti con una mujer. Opia: extraña necesidad de mirar a alguien a los ojos, lo que puede dar al mismo tiempo una sensación invasiva y vulnerable. Acrenóptero: dícese de quien en los supermercados observa las góndolas de vino caro. Horipscélera: fuerza que se hace para que el tiempo pase más rápido. Liberosis: deseo de que las cosas y situaciones nos importen menos. Intermituerto: dícese de quien tiene una discapacidad notoria que cada tanto desaparece. Mauerbauertraurigkeit: impulso inexplicable de alejar a la gente, incluso amigos cercanos que realmente estimamos. Ericurria: sensación de que el dinero recién retirado del cajero electrónico ya no debe contabilizarse como parte del capital que posees.
Si conocen otros ejemplos, por favor compártanlos.