“Odiar a la FAR” es un valor culturalmente aceptado. A las personas que integran la organización guerrillera no se les reprocha algo en particular sino que, en general, son la causa de todos los males de la nación. De aquí, el odio. El problema es que es con estos “salvajes” que se debe construir la paz.
Algo está mal con esta formulación y por eso vamos por un camino obsceno.
Sé que muchos están consternados por la proximidad de los guerrilleros, por su reconocimiento, y por su integración a la civilidad y a nuestra sociedad. Los quieren lejos (en el monte, en donde estaban), pudriéndose en la cárcel, o –mejor– muertos. Y es normal: la sociedad lleva décadas expuesta a todo tipo de campañas sicológicas orientadas a construir al enemigo perfecto:...