Un distintivo común a todos los regímenes totalitarios ha sido la conversión del derecho a la discordancia en una actividad proscrita y de las fuerzas políticas opositoras en bandos enemigos a los que se acosa, se arrincona, se persigue y se niegan las garantías más elementales. Los recursos propagandísticos del Estado se ponen al servicio del poder dominante. Y hasta a la fuerza pública no deliberante se le induce a ponerse del lado de la campaña política oficial. Son elementos que vienen emergiendo en la realidad actual del país y que muestran un inquietante giro hacia la institucionalización del pensamiento único y la exclusión del disenso.
Por motivos tales como el afán y el desespero, la improvisación, los consejos de asesores perversos,...