p. hernando uribe c., ocd *
Negar el pecado es negar la oscuridad, que es la negación de la luz. Cuanto más oscuridad, menos luz; cuanto más luz, menos oscuridad. Presencia total de luz, ausencia total de oscuridad. “La luz y las tinieblas no pueden hallarse juntas. Dios es la Luz en sí misma” (Maestro Eckhart). En la noche me embriaga el presentimiento del amanecer.
Mientras escucho los latidos del corazón, me pregunto si hay una luz que ahuyente la oscuridad de la noche. Me aterra pensar que solo existe la luz de un fósforo, una vela, una linterna, un bombillo. Mas de repente todo se me ilumina con el sol, que convierte la noche en día, la codicia en amor. Milagro que le da sentido a todo.
Me alejo de la oscuridad cuando hago luz, del pecado cuando amo. Cuando lo amo, me vuelvo uno con Dios. “Yo y el Padre somos uno”, decía Jesús, total ausencia del pecado.
Domingo de Guzmán dijo a Francisco de Asís: “Hermano Francisco, Dios es la sabiduría y en la ignorancia está el pecado”. Y Francisco le respondió: “Hermano Domingo, Dios es amor, y en el desamor está el pecado”.
Así como “Cultura no hay sino una, la humana, la del hombre y para el hombre” (Juan Pablo II), pecado no hay sino uno, el humano, el del hombre y para el hombre. Y los pecados son modos del pecado, el desamor, la lejanía de Dios.
Por amor, doy, me doy; por apegos, recojo, acaparo, retengo. Amo el dinero, sin apegarme a él. Lo cuido como medio, no como fin. Me cosifica cuando vivo en función de él; lo humanizo, cuando lo pongo a mi servicio. Codicia es idolatría, pecado; amor es santidad.
“Los caminos son dos, amor y ausencia de amor”, dijo Confucio. La codicia, ausencia de amor, tiene un altar en cada corazón. Jesús dice con extrema sabiduría: “No podéis servir a Dios y al Dinero”. Al dios Dinero lo adoran multitudes, como lo indica la actual crisis económica mundial, con trazas de perpetuarse.
Oscilando entre dos señoríos, soy hijo de lo que cultivo. Soy pecador si vivo de la codicia. Soy santo si vivo del amor. Vaso vacío que espera su lleno, soy pecador si idolatro el dinero, y santo si rindo a Dios adoración.
Incapaz de ser justa, la codicia entroniza la violencia en el corazón. Para Aristóteles, “si los ciudadanos practicasen entre sí la amistad, no tendrían necesidad de la justicia”.