No está mal aislarse del tsunami noticioso de cada día y preguntarse, por ejemplo, hasta dónde es válido mezclar carcajadas a las noticias, hacer alusiones chistosas de mal gusto en las informaciones o dedicarse simple y llanamente a un periodismo burletero. Se termina no ya bordeando el mal gusto, sino chapoteando en la vulgaridad y la chabacanería. La opinión seria, ya de por sí tentada por unas relaciones incestuosas con la opinión editorializante de los directores al momento de informar, acaba enredándose en un descarado concubinato con el humor.
Insisto, pues, con mi cantaleta, a riesgo de repetirme. ¿Qué se busca al adobar las noticias con risotadas, con imitaciones de voces, con personajes ficticios, con alusiones taimadamente procaces...