Entre desmentidos y acusaciones de faltar a la verdad, resulta evidente que la firma de Santos fue solo un espectáculo para aprovechar el viaje del Papa y la asamblea general de Naciones Unidas y así apuntalar su deseo más profundo, el de conseguir el Nobel de Paz por el que está dispuesto a todo. Y que lo sustantivo sobre justicia está aun pendiente de acuerdo. Excepto en lo que a penas privativas de la libertad se refiere.
Ahí sí sabemos que Santos nos obligará a tragarnos el descomunal sapo de que los responsables de crímenes internacionales solo paguen penas “alternativas”, es decir, que esos crímenes queden impunes.
Pero la ausencia de penas privativas de la libertad es la amenaza mayor a la sostenibilidad del acuerdo sobre justicia con...